En el tiempo sin tiempos, el ser llamado Acandras habitaba en otra dimensión.
Allí, según un vago recuerdo, dormía y soñaba con historias de aventuras.
Pero algo ocurrió y Acandras despertó. Descubrió entonces que tenía una misión: realizar un viaje de aprendizaje para llegar a un lugar desconocido, donde lo esperaba su destino. Así, emprendió un largo camino.
En un viejo cuaderno, Acandras anotó las conclusiones de cada una de sus aventuras. Los rumores dicen que ese cuaderno se perdió. Al finalizar su viaje, Acandras tuvo que dejarlo atrás y nadie más lo recordó.
Sin embargo, mucho tiempo después, un pequeño pastor, en uno de sus paseos, lo encontró escondido en el hueco del tronco de un viejo manzano. Comenzó a leerlo y, a través de esas palabras, adquirió conocimientos. Se volvió sabio, y por eso fue nombrado el decimoquinto Oráculo del Templo de la Balanza.